Una de las narraciones más difundidas de la región tiene que ver con la leyenda de los ríos Neuquén y Limay. Este relato mapuche consolidó fuertemente la cultura de los pueblos que habitan hoy las orillas de sus cauces. Dos amigos inseparables, la aparición de una mujer y la intromisión de un espíritu envidioso selló una cautivante historia de tragedia y desamor.
Neuquén y Limay, la leyenda mapuche que atravesó generaciones
Trazada con el espíritu de sus ríos que se entrelazan, distintas generaciones de neuquinos escucharon la leyenda de Neuquén y el Limay. Tal vez sea esta una de las más difundidas de la región. Este relato fantástico es tan importante para la comunidad local que consolidó la cultura de los pueblos que habitan a orillas de sus cauces.
Estos dos ríos, de una profunda belleza, guardan en el discurrir de sus aguas una atrapante leyenda. La historia enaltece los valores de la amistad, la solidaridad y el amor. A la vez, es atravesada por la tragedia y la desventura.
Neuquén y Limay, la atrapante leyenda de los ríos
Neuquén y Limay eran dos jóvenes amigos, hijos de dos importantes caciques mapuches de la región. Una tarde, mientras estaban en el bosque, oyeron una canción que provenía de una región cercana a las orillas del lago Huechulafquen, ubicado al pie del mítico volcán Lanín. Los jóvenes, atraídos por la melodía, se dirigieron hacia el lugar. Allí se encontraron con Raihué (flor nueva). La joven, de grandes ojos marrones y cabello oscuro, los cautivó al instante. Neuquén y Limay se enamoraron profundamente de Raihué. Dominados por la euforia del amor, no pudieron evitar competir por ella.
Los celos fueron erosionando una entrañable amistad de muchos años y la distancia se hacía cada día más evidente. Los padres de los jóvenes, preocupados, consultaron a la Machi (hechicera) la causa de la enemistad de sus hijos. Tras sus consejos, los Loncos preguntaron a Rahiué – “¿Qué es lo que más te gustaría tener?” – “Una caracola para escuchar el rumor del mar”, contestó la hermosa joven. Entonces los padres sentenciaron que el primero de los jóvenes que vuelva con una caracola del mar sería digno de su amor. Así, con el poder de los dioses, Limay y Neuquén fueron convertidos en ríos para alcanzar el mar.
La tragedia y el amor eterno
Ya convertidos en poderosos ríos, Limay partió tras la caracola desde el sur, cristalino y transparente desde el lago Nahuel Huapi. Por su parte, Neuquén comenzó a abrirse paso desde el norte, arrastrando minerales, correntoso, potente y audaz. Mientras los jóvenes serpenteaban la geografía, y enterado de la situación, el espíritu del viento, envidioso, comenzó a susurrar al oído de la joven enamorada: “Neuquén y Limay nunca volverán”.
Rahiué fue atrapada por sus pensamientos. Finalmente, la angustia y el dolor que le provocaba la idea de no volver a ver a los jóvenes se apoderó de ella. Es por ello que decidió terminar con su larga espera. Caminó hasta las orillas del lago, en donde los había conocido. Allí, extendió sus brazos al cielo ofreciendo su vida a cambio de la salvación de Neuquén y Limay.
Ngenechén, el dios supremo, escuchó sus plegarias. Sin embargo, apiadándose de ella, no tomó su vida, sino que la convirtió en una hermosa flor. Sus pies se transformaron en raíces que se hundieron en la tierra. Su boca, en tanto, se abrió en una bellísima flor roja.
La consolidación del abrazo más profundo del mundo
El viento partió veloz a contarle la noticia a los jóvenes que corrían hacia el mar. Tras las feroces ráfagas ambos comprendieron que jamás volverían a ver a Raihué. Entonces, Limay y Neuquén dejaron atrás sus celos. Y así, torcieron sus cauces para encontrarse en el abrazo más profundo y eterno. En el encuentro se vistieron de “negro”, en signo de dolor y luto, juntando así sus fuerzas para alcanzar el océano.
La confluencia es el símbolo de unión del pueblo neuquino, que se abraza ante las tragedias para darse más fuerzas y alcanzar finalmente los grandes objetivos. Dicen que, en ocasiones, aparecen caracolas en cercanías a la hermosa flor roja. En ellas se oye el susurro del mar que le cuenta a Raihué que Limay y Neuquén aún la siguen amando.